Me has invitado al pecado.
Me has invitado al pecado y yo acepté con gusto.
Tomé tu ausencia y le dibuje tu rostro,
le inventé tu sonrisa,
tu calor,
moldeé tu carne en mis manos
que asfixiaban mi carne,
llené de besos a la nada
y mordí tus pezones en donde sólo había vacío,
me aprendí de memoria tu respiración,
tus poros,
tu tatuaje,
tracé tus labios en mi pecho
y clamé el hálito de tu boca.
Canté tus gemidos,
discerní tu yermo en mi páramo,
abatí tu exilio
y cerré los ojos,
cerré los ojos tan fuerte
que se me escapó un sollozo,
un muerto,
una lágrima láctica,
inventé tu vehemencia sobre mí,
tu yo derramándose sobre mi tú,
mi yo vertiéndose sobre tu inmutada inexistencia,
y volví al mundo,
volví al mundo y guardé silencio,
silencio por tu cuerpo desvanecido,
por tu cadáver sin aliento,
silencio por mi suicidio recién segado,
por nuestra muerte bella y amorosa,
por nuestra muerte vacía y dulce,
por nuestra muerte sin pena ni alma,
aunque ahora no habites mi aura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario