sábado, 9 de junio de 2012

Etérea

A Lucía Nieves.

¿Y cómo lucía Lucía?
Sonreía en mil pedazos,
llevaba puesta la noche
de lentejuelas y lunas.
Caminaba entre escombros
y cadáveres de guerras perdidas
e iluminaba todo a su paso.
Su cabello se enredaba con el viento
y hacía caracoles de polen cósmico.

Se despertaba en las mañanas
y se miraba en el espejo buscando su rostro,
pero siempre encontró un rostro ajeno
que era ella pero amorfa,
ataviada de equinoccios,
sin cenit,
sin solsticios,
desnuda de alcatraces,
descalza de los ojos hasta las uñas,
cansada de no encontrarse
y le sonreía a su rostro extraño,
a su Yo disforme, desnudo en la cama,
entre sábanas de olas marinas,
entre almohadas de piel de amores,
entre las caricias muertas sobre su cuerpo
y le sonreía a todo
y todo era iluminado. 

Y lucía Lucía como prado incendiado,
herida de fuego,
y sus pupilas olían a café,
sabían a café,
dormían de café
y sus pupilas eran hermosas como vuelo de ave,
eran bandadas de golondrinas
que se estrellaban en mis ojos
y cantaba como el mar cuando es libre,
porque del polvo es y al polvo no regresará
sino al jardín divino del éter
bañada de arcángeles
tan etérea y sonriente.

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