Tengo un cuervo en el corazón.
Ocasionalmente lo olvido.
Le he construido una jaula con las ramas
de mis amores rotos
y le doy de comer del alpiste de mi soledad.
Tengo un cuervo en el corazón,
un cuervo que picotea en mi pecho
hasta desangrarme,
pero no importa,
es el cuervo que me regaló mi madre
junto al racimo de sus golpes,
es el cuervo que me obsequió mi padre
después de perderse por tantos días
en las cantinas y en las pestañas postizas
de tantas mujeres.
Tengo un cuervo en el corazón.
Se sabe mi nombre.
Cuando el miedo me abraza
él se apiada de mí y me dice
“No temas, pequeño, eres un genio.
No temas, refúgiate en una botella”.
Tengo un cuervo en el corazón
y es un cuervo sabio.
Tiene las alas negras como la noche,
alas de arcángel,
tiene el pico afilado, y su pico es la Luna,
tengo un cuervo en el corazón
que canta blues por la madrugada
y odia el atardecer, y odia a las palomas,
le gusta el vodka y los cigarrillos sin filtro.
Tengo un cuervo en el corazón,
un cuervo enamorado de tus pupilas.
Puedo dártelo a cambio,
si le permites arrancarte los ojos.
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